Nuestra historia, sentimientos y emociones pueden ser sanados en la medida que asumamos nuestras heridas: Dios sana y transforma cada etapa de la vida para que demos fruto en abundancia.
Hay dos expresiones a las cuales convendría ponerle atención: lo que no hablas te somete, lo somatizas, expresándose en el cuerpo con enfermedades, y el que no conoce su historia estará condenado a repetir los mismos errores.
Probablemente todos hemos tenido alguna herida emocional (a veces desde la gestación), porque uno de los cimientos de nuestra personalidad es la historia de vida; algunas personas experimentaron estas heridas provocadas por sus padres o sus tutores, cuando son los primeros que tendrían que amarlos.
Es crucial recordar que los niños tienen derecho a unos padres y no al revés; es decir, los pequeños requieren de educadores adecuados con salud integral.
Los padres les han quedado a deber a algunos de los niños, porque a veces sus progenitores traen cargando sus propias heridas, ven en sus vástagos la extensión de su ser y creen tener la oportunidad de alcanzar sus propios deseos en ellos.
Por ejemplo, un papá que de niño anheló ser futbolista, y presiona u obliga para que el pequeño desarrolle habilidades en este deporte sin consultarlo ni observar si tiene capacidad para ello o si es de su agrado.
Se les olvida a algunos papás que los niños a pesar de su edad tienen derechos, y que aún cuando estén bajo tutela tienen su propia individualidad.
Al final el hijo no tiene la culpa de nada y es importante sanar nuestro pasado para no ponerles una carga que no les corresponde.
No es fácil educar, será más fácil ver si somos capaces de perdonar a nuestros propios padres, ya que en la mayoría de los casos hicieron lo mejor que pudieron con los recursos que tenían.
Los hijos se equivocan y generalmente no lo hacen con malicia, aunado a que para que aprendan de esos errores necesitan ser corregidos con sabiduría, de lo contrario no hay aprendizaje.
Hay que emplear toda nuestra energía en sanar, enfocarse en el crecimiento humano y espiritual en la realización de nuestra meta o ideal personal: sí es posible renacer, revivir y resurgir, desarrollándonos armoniosamente.