“Escribir un libro es sembrar con esperanza”, mencionó Monseñor Domingo Díaz Martínez, arzobispo emérito de Tulancingo, durante la presentación de “Nuestros apodos. Lecciones de un camino compartido”, el pasado viernes 14 de marzo.
Leer en estas páginas sus recuerdos, vivencias, pero sobre todo anhelos, nos invitan a continuar trabajando, a comprometernos con una Iglesia viva, con la creación de una comunidad donde la fe, la esperanza y el amor al prójimo no sean sólo ideales, sino realidades.
Vivimos momentos complejos donde la violencia y barbarie con que actúan los criminales se ha convertido en una de muchas crisis a las que tenemos que hacerles frente, por lo que hoy tenemos que unirnos; es justamente este el mensaje de Monseñor Domingo: “Necesitamos ser una Iglesia más unida, una Iglesia más convencida”.
Lo mencionado en otras ocasiones, pero estoy convencido que aunque aún queda mucho camino por recorrer; sin embargo, la misión de la Iglesia está en la comunión, en el diálogo, en la fraternidad y en la sinodalidad, componentes que nos ayudarán a reestructurar el tejido social y a ver el futuro con mayor esperanza.
Hoy como bien lo dijo Monseñor Domingo, seamos una Iglesia viva.