
Mi nombre es Yolanda Uribe y llevo sirviendo en la Pastoral Penitenciaria 19 años, uno de los apostolados que me gusta por la necesidad de la palabra de Dios en ese lugar, ya que hay muchas personas inocentes y claro, también culpables, que necesitan un acompañamiento, que necesitan sentirse queridos no sólo por sus familiares, sino también por Dios, porque a pesar de lo que hayan hecho, Él los ama.
Servidores de la pastoral penitenciaria los visitan para eso, para hacerlos sentir acompañados, y tratar de hacerlos conscientes de lo que es incorrecto.
En esa pastoral te das cuenta de la niñez tan dura que tuvieron y que muchos en ese lugar han encontrado a Dios, a un Dios que no conocían.
Precisamente en Semana Santa se les prepara para el encuentro que se da Jueves Santo, se realiza con ellos la Misa y el lavatorio de pies, y para mí es una experiencia muy enriquecedora, ya que pude presenciar la humildad con la que nuestro arzobispo emérito Domingo Díaz Martínez les lavaba y besaba los pies a los presos.
Los que participan como apóstoles son presos que sirven en la capilla del Cereso, y que acuden a Misa cada semana ahí mismo.
El Sábado Santo se les regala su cirio pascual y una botellita de agua bendita, a veces se les dan globos y dulces; ver el cómo sentirse amados por Dios los transforma, es muy reconfortante, he visto conversión en muchos de ellos.
Mi servicio en el Cereso es algo que me permite vivir con más fuerza, a veces me he encontrado en la calle a personas que ya han cumplido su sentencia y los saludo con gusto, porque también los he visto en Misa.
Estoy segura que este servicio no es en balde, muchos después de 40 o 50 años sin confesarse se acercan al Sacramento de la Reconciliación y es algo muy reconfortante ver que se liberan del pecado.